AUTOBIOGRAFÍA DEL MIEDO


Qué perfecto soy.

Oh, sí, no me podrían haber creado mejor, permanezco agazapado como si aparentemente no existiera, escondido en los pliegues oscuros de la vida, allá dónde la mirada no se atreve a mirar porque tropieza con su propia ceguera. Puedes vivir sin pensarme o, incluso, sin ocuparte de mí, tal y como si yo fuera una quimera o una leyenda antigua y trasnochada, pero un día, sí, un día, me llamarás o, con toda seguridad, te verás obligado a llamarme y apareceré dentro de ti: conocerás de la fuerza de mis mordiscos y dentelladas y sentirás cómo me instalo en tus neuronas de manera tan electrizante que notarás el vacío de la montaña rusa instalado en tu estómago; y te paralizaré, y manipularé tus deseos, y te llenaré de incertidumbre y espanto; y, al final, lograré que hagas lo que no quieres hacer, buscarás seguridades engañosas, al precio que sea, aunque eso suponga que te ahoguen y te maniaten por completo porque no soportarás el vértigo de lo que acontece o está por llegar, ningún vértigo, y huirás del riesgo que supone la aventura de vivir para esconderte en el tránsito cierto de lo conocido: algo ha llegado hasta tu puerta y ha pronunciado mi nombre, compareceré para atenazarte por completo.

Nací en la noche de los tiempos, la época de la animalidad y de los instintos descontrolados, y me hice fuerte allí donde las hogueras, recién inventadas, reunían a los seres humanos para saberse juntos compartiendo ignorancia y desconocimiento; y aún hoy es el día que sigo valiéndome de todo ello para favorecer mis puntuales apariciones de control, dominio y servidumbre.

Tengo amigos y enemigos; los unos reclaman mi presencia porque saben de mi poder irracional para manipular voluntades en momentos precisos; los otros, buscan anular mis efectos y hacerme desaparecer por completo; para los primeros, aquí estoy, ¡siempre a su servicio!; en cuanto a los segundos, no me preocupan, se disfrazan con palabras que parece que quieren decir algo, pero no son nada, solo palabras ampulosas y grandilocuentes tales como entereza, decisión, osadía… pero ¿quién teme a las palabras?

Sé de mi poder y sé que tarde o temprano me invitarás a estar contigo.

3 Comentarios

  1. Qué desagradable pintas al miedo, haces que sea aborrecible; detestable como el rostro de un mal sueño. Será cierto el retrato de este impresentable, no lo pongo en duda, pero por esta vez me quedo pensando en «¿quién teme a las palabras?»

  2. Es increíble lo logradas que están las imágenes de los sentidos, según se va leyendo el texto, que atrapa al lector desde el primer momento, se van sintiendo como propias las sensaciones físicas del temor, esa sensación de vacío en el estómago de la montaña rusa…
    El miedo ¿quién no ha sentido miedo o no lo sentirá jamás? ¡Qué gran verdad!
    Magistral de principio a fin
    Marisol

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