He terminado uno de los libros pendientes: Tres senderos hacia el lago. Autora: Ingeborg Bachmann.
Qué hace que una poeta como ella ―ampliamente reconocida y laureada― deje de lado la poesía y se dirija hacia el mundo de la novela. (¿Por qué renunciamos a nuestro medio natural y desnudos de recursos nos adentramos más allá del límite de nuestras fuerzas?: ¿Osadía? ¿Insatisfacción? ¿Poner a prueba la solidez de nuestro ser?).
Qué variedad de temas nos plantea: ¡y cuánta lucidez la suya!
Hay que leer con detenimiento lo relativo a la relación de Elisabeth con Trotta ―¿este apellido es un guiño a Roth?: sin duda― y sus disquisiciones sobre el lenguaje: ¡novedosas y apabullantes! Cuánta intensidad despliega en un texto tan breve. (¿Y tan existencial?) Me emociona reconocer una escritura en la que la necesidad de expresar se impone a la obligación de escribir: Qué revulsivo ver cómo el impulso y la condición superan el compromiso con un contrato editorial.
Qué fácil es decir que no es posible volver a la infancia ―qué complicado narrarlo―: Ingeborg nos muestra cómo somos incapaces de encontrar los caminos de vuelta al pasado por mucho empeño que pongamos al respecto: ¡se han disuelto o los han hecho desaparecer! Hay más: Una novela donde amor y relación se conjugan desde la variedad: Tantos tipos de amores = tantos tipos de relaciones: ninguna mejor-ninguna peor. Una novela donde la familia oscurece la mirada de la protagonista hasta llevarla a la decepción.
Una novela de final problemático. Una novela.
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Aviso para navegantes: Se ha creado una nueva sociedad de corte literario y casi casi intelectual. Su nombre: Jacobinos de LCDH SL. Los estatutos se han redactado al amparo de lo dictado por Alfred Jarry en la creación de su Sociedad Patafísica (he de reconocerlo: se han calcado por completo). Quien quiera pertenecer debe rellenar el cuestionario que no se adjunta y enviarlo a la dirección de correos que no se indica. Somos la excepción.
22/04/24
(Fotografía de cabecera: El Lissitzky, portada del poemario Para la voz, de Maiakovski, 1920)
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